ale que la Inteligencia Artificial (IA) iba a servir para aligerar la carga de todos esos trabajos rutinarios y tediosos que nadie quiere hacer, o que se iba a pasar las 24 horas de los 7 días de la semana procesando una cantidad ingente de datos que ningún humano es capaz de interpretar. Sin embargo, había cosas, como la creatividad, la astucia o las emociones, que pensábamos privativas del ser humano pero que ya no parecen tan nuestras después de ver cómo la tecnología es capaz de emularlas con idénticos resultados.
OpenAI es la empresa que ha ido más lejos en este sentido. Fundada en 2015 por Elon Musk sin ánimo de lucro y con el propósito de investigar el uso de la inteligencia artificial y de promover el desarrollo de sistemas amigables que beneficien a los seres humanos y les ayudasen a hacer su trabajo, la organización ha dado ya interesantes frutos.
Uno de ellos fue el GPT-3, un modelo de IA que puede generar lenguaje escrito capaz ya de escribir poemas y hacer rimas. Corresponde al text-davinci-003, uno más dentro de la familia GPT-3 de modelos lingüísticos de gran tamaño. Le precedieron a la ficción el uso para la escritura de textos periodísticos y artículos científicos, con fuentes y referencias incluidos, en los que, supuestamente, ni un experto era capaz de encontrar diferencias con un texto original concebido por un humano.
Ahora ya la IA puede escribir novelas y toda clase de documentos mediante redes neuronales de aprendizaje automático donde el usuario introduce una secuencia de palabras para que se genere el texto a partir de ellas.
