Cuando se habla de inteligencia artificial (IA), es más habitual relacionarla con la amenaza que puede suponer para entornos como el laboral o el deterioro de las relaciones sociales que hablar sobre sus virtudes. Solemos olvidar que la tecnología puede ser buena o mala en función del uso que hagamos de ella.
Actualmente, la cuota de mercado con soluciones de IA la dominan los sectores de publicidad y medios, seguido por el financiero y, en tercer lugar, el de la salud. Trasladada a esta última industria, la IA abre un mundo de oportunidades, no solo de negocio, sino también para los usuarios de la sanidad tras comprobarse que, en muchos casos, supera con creces el ojo experto de un profesional médico. Por ejemplo, un estudio realizado en Suecia demostró que los cribados de cáncer de mama realizados con IA detectan un 20% más de tumores que los radiólogos.
El problema es que las pruebas preliminares para detectar el cáncer de mama, pueden dar como resultado falsos positivos y falsos negativos. Para distinguirlos, la startup catalana FrontWave Imaging ultima el desarrollo de un software denominado UBIware. Se trata de un dispositivo que emplea supercomputación, datos de ultrasonidos y algoritmos avanzados para proporcionar imágenes de la mama de alta resolución. Este avance permite mejorar el diagnóstico y reducir las tasas de mortalidad gracias a la detección de falsos negativos y falsos positivos respecto a las técnicas actuales de diagnóstico por imagen.
Otra de las grandes empresas mundiales que ha sabido aprovechar los beneficios de IA para mejorar el diagnóstico médico es Quibim, de origen valenciano, donde utilizan esta tecnología para transformar imágenes médicas en predicciones procesables. Se enmarcan en la medicina de precisión y, dentro de esta, en la especialidad que se conoce como radiómica, una tecnología que, mediante el uso de IA convierte un gran número de imágenes médicas en datos cuantificables.
